viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Cómo son?

Pues no sé como enfocarlo, ni siquiera como titularlo.
No es que esperara que Rodrigo fuera igual que yo, de hecho, hay cosas que no me gustan de mí que preferiría que él no heredara. Y tiene otras que yo no tengo y que estoy encantada de verlas en él: es sociable y cariñoso como yo no soy.
Pero ¿puedo yo ser objetiva con mi hijo?
Observo a otras madres, a sus hijos, y me gusta pensar que los quieren tanto como yo al mío. Pero no basta con querer a tu hijo, también hay que respetar cómo es y cómo no es. Y supongo que todas sabemos como son nuestros hijos, algunas no lo respetan del todo, y muchas no reconocen lo que no les gusta.
¿Y acaso nos gusta como somos nosotras mismas? ¿O queremos que ellos sean lo que nosotras no somos, lo que quisiéramos ser?
Yo misma me sorprendo cuando Rodrigo hace algo que yo no haría. Y me cuesta pararme a pensar que él todavía no sabe, que tiene que tropezar, caer y levantarse. Que seguramente su forma de afrontar las cosas sea diferente a la mía. Que aunque yo huya de las multitudes, los problemas y los enfrentamientos, a él le puede gustar tener gente alrededor, no importarle meterse en líos y ser valiente y enfrentarse a lo que no le gusta.
Que si yo sufro cuando un niño le rechaza o le pega puede que lo que el siente en esa situación no sea lo mismo, o que no le afecte tanto como a mí, o quizás lo pase incluso peor que yo, que para eso es el que lo sufre. Pero la vida es larga, y va a tener que sufrir y sentir muchas cosas, tanto malas como buenas.

Ahora que los niños entran sin llorar a clase las madres (también hay padres, claro) estamos más tranquilas, más simpáticas diría yo, y hablamos más entre nosotras.
En los dos meses escasos que llevamos de colegio se van formando grupos entre los niños, y creo que su equivalente entre las madres; no sé si me explico.
Pero claro, las razones por las que un niño se hace amigo de otro pueden ser bastante diferentes a las de los adultos, o quizás no tanto. El caso es que sino pasa nada grave, yo creo que no habría que intervenir demasiado en los asuntos de los niños. Y mucho menos ser las madres las que juzgan a otro niño que no es "tan amigo de su hijo".
Yo sé como es Rodrigo, y sé como actúa en su casa, con su familia y su entorno más cercano, pero también veo que crece, aprende y cambia.
Desde que va al colegio ha aprendido a decir malo, tonto, pegar, escupir y dar alguna que otra patada, entre otras cosas buenas y útiles, por supuesto. Y no es que antes fuera un santo, pero estas son algunas de las cosas que sólo hace desde que va al colegio. Mi hijo es fuerte, muy fuerte y grande para su edad; y a veces eso es una desventaja, si puede llamarse así.
Supongo que para las madres de algunos compañeros de Rodrigo lo que mi hijo será es bruto, pero bueno, yo me guardo mi opinión sobre sus hijos.
Y me pregunto, ¿puede afectarles a los niños, puede afectar a la relación entre ellos lo que cada madre piense de cada compañero de su hijo? Está claro que si la madre le va diciendo al hijo que Fulanito es malo, Menganito un pegón, Perico tonto y Antón un llorón, es lo que ellos van a pensar de los compañeros. Pero si no dicen/hacen nada explícito, ¿son los niños capaces de ver las miradas de sus madres hacia sus compañeros, hacia las madres de esos compañeros?
Seguramente me estoy liando, pero necesitaba decirlo, escribirlo. Supongo que cuando ordene lo que pienso y analice lo que veo podré explicarme mejor.

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