No con pañal, es la frase resumen de la reunión del Lunes.
Han pasado dos días y la verdad es que lo que voy a decir de lo que pensé aquella noche y lo que pienso ahora es lo mismo pero con otras palabras. Cuando se está tranquila y pensar en el tema ya no te hace llorar se ven las cosas de otra manera, puedes pintarlas de otro color.
Después de la reunión lloré, como también lloré en algún momento del día siguiente, ¿porqué?. No fue porque pensara que mi hijo es más lento que los demás, ni porque me avergonzara decir que con dos años y ocho meses todavía lleva pañal, ni porque se me cayera el mundo encima pensando que entraría más tarde de "lo que le toca", no fue por nada que responsabilizara al niño de esta situación. Lloré porque me sentía mal conmigo misma por no haber "sabido enseñarle a tiempo a dejar el pañal". Incomprensible.
En momentos así me doy cuenta de hasta dónde ha calado todo lo que he oído durante mi vida, de cómo das por supuesto que si coges al niño en brazos demasiado se mal acostumbra, de que si duerme en tu cama no lo sacarás nunca de ahí, de que si le escuchas y le das explicaciones de el porqué de las cosas te está dominando..., ¿pero alguna vez se nos dice algo que no sea malo? Nunca se nos propone dar cariño, calor, comprensión, amor, ..., al contrario, hay que evitar toda práctica de ese tipo de emociones.
El caso es que Rodrigo se va a quedar conmigo en casa, hasta que esté preparado para controlar esfínteres y no lleve pañal. ¿Me molesta? No ¿Me supone algún problema? Tampoco ¿Durante cuánto tiempo? Como he dicho antes, hasta que esté preparado.
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