viernes, 13 de agosto de 2010

Cuando llegó el instinto

Yo creo que el instinto maternal me llegó de golpe.

Antes de querer ser madre los bebés no me llamaban la atención. No sabía que hacer cuando tenía uno en brazos, no tenía gracia para cogerlos y tampoco les hacía monadas para verlos reír porque me sentía ridícula. Ni me interesaban ni mucho menos pensaba en ser madre en un futuro.
Siempre he tenido amigas que como yo digo "han sido madres antes de tener hijos". Son esas amigas que disfrutaban en compañía de niños, que sabían como tratarlos y que tenían muy claro que algún día ellas tendrían uno.
Cuando me casé ya vivíamos en la que hoy es nuestra casa (bueno, la que estamos pagando).Tiene tres habitaciones: nuestro dormitorio, la habitación donde está el ordenador y todos mis libros, y la habitación de todo lo demás; la de la plancha cuando hay que planchar, la de los invitados cuando viene alguien, la de los puzzles cuando nos dió por montar puzzles...El caso es que cuando pensaba en utilizar esa tercera habitación para un niño...uffff, me entraban hasta calores. ¿Y dónde iba a guardar todo lo que tenía allí? Pues donde lo tengo guardado ahora, ni más ni menos.
Vamos, que no quería tener niños y le encontraba pegas y peros a todo lo que tuviera algo que ver con ello.

Nos casamos en Abril del 2006 y todo perfecto. Hasta que a finales de ese mismo año me compro un libro que habla sobre el embarazo y el primer año de vida de los bebés.
Yo soy la primera sorprendida al leer los cambios que sufriría mi cuerpo al quedarme embarazada y darme cuenta que no sólo no me asustan, sino que me apetecen. Y entonces también empiezo a ver otros cambios en mi actitud de los que no me había percatado hasta ese momento: miro a los bebés por la calle y me sonrío, me paro en los escaparates de tiendas de puericultura, pienso en la habitación que ocupará el bebé cuando llegue y los cambios que sufrirá la casa cuando empiece a caminar y me siento preparada para ello.
Antes de hablarlo con mi marido, César, me lo pensé muy bien. Suelo pensar mucho las cosas antes de hacerlas, sobre todo si son decisiones tan importantes como la de ser madre.
Y aquí llegó el primer enfrentamiento entre lo que se oye, se vende y te dicen, con lo que mi cuerpo, mi mente y mi corazón me pedían.
Era tan buen o mal momento como cualquier otro para tener hijos, y ante cualquier duda o problema material o económico que me dificultaba tomar la decisión, mi cuerpo, mi mente y mi corazón me decían que podría con todo, que lo importante era querer, y querer poder, sobre todo. Le encontraba solución a todos los inconvenientes que pudiera encontrar, así que ya era el momento...

Y después de hablarlo a eso nos pusimos. Así que me quedé embarazada en Marzo del 2007 y en Diciembre llegó Rodrigo.

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