Pospuse la ducha todo lo que pude, pero tenía que salir de casa y no sabía la hora exacta de la llamada. Y como las cosas que no tienen que pasar, pasan justo cuando te las imaginas, en cuanto terminé de quitarme el jabón toda mojada y a punto de salir de la ducha, sonó el teléfono.
No me lo pensé, sabía por experiencia que si no atendía la llamada tendría que volver a pedir cita en el Centro de Salud y eso quería decir que pasarían como mínimo tres semanas más antes de que me volvieran a llamar. Así que mientras descolgaba agradecía para mis adentros que la consulta no fuera por videollamada.
Directo al grano, como lo recordaba, se presentó y me preguntó qué me pasaba. Seguro que nada grave si lo tratábamos ahora, pero teniendo en cuenta cuánto tardaba todo (todavía más que antes) mejor si empezábamos ya. Creo que la llamada duró tres minutos, lo justo para decirme qué hacer y despedirse. Fue cuando colgué que me di cuenta de que incluso con la piel de gallina por estar mojada y desnuda, sentía un calor agradable y extraño dentro de mi cuerpo.
¿Cuánto hacía que no lo veía? Pues creo que entre unas cosas y otras un año más o menos. No suelo estar enferma, así que mis visitas al médico suelen ser por revisiones o cosas sin demasiada importancia, por lo que las consultas son rápidas.
No me gusta ir al médico por lo que significa, pero recuerdo que iba contenta porque significaba verlo. Siempre era amable, correcto y educado, y sobre todo me miraba a los ojos cuando me hablaba. Además, tenía una letra bonita y totalmente legible. De aspecto agradable y pulcro su forma de vestir contrastaba con su forma de tratarme. Debajo de la bata se adivinaba siempre una sudadera o una camiseta de esas a las que se le notaba que le tenía cariño porque estaba desgastada por el uso. Pero lo que más le delataba eran las deportivas. Debíamos de tener la misma edad. Aunque por sus modales me podía confundir y pensar que tenía veinte años más que yo, siempre tratándome de usted y con palabras más propias de mi abuelo, si lo hubiera tenido.
Un mes tardamos en volver a hablar y esta vez me pilló vestida, pero al terminar la consulta me di cuenta de que sentía el mismo calor por dentro. ¿Él había estado más relajado o eran imaginaciones mías? Por su tono de voz juraría que se alegraba de hablar conmigo. ¡Espera! Ahora que lo pensaba, no me había hablado de usted...
Recuerdo una de las consultas, cuando todavía eran presenciales, en la que me dijo que mi visita le había alegrado la mañana. Di por hecho que lo decía porque todos los pacientes que había visto entrar antes de mí habían sido personas muy mayores, seguramente con más problemas que yo.
Y no recuerdo cómo ni en qué momento pero llegamos al día en el que yo esperaba su llamada con ganas y él empezaba la consulta con un «Hola. ¿Qué tal? ¿Dónde nos habíamos quedado?». Para entonces yo ya estaba tumbada en el sofá y con la mano bajo mi ropa interior. Él, siempre profesional y directo, no tardaba en acelerar mi respiración con sus palabras certeras. Sabía lo que me pasaba y cómo aliviarlo. Sus suspiros me decían que nos aliviábamos juntos.
Unas veces empezaba yo, otras él, así era la relación que teníamos desde hacía unas cuantas llamadas. No estábamos más de los cinco minutos reglamentarios por visita, no vayáis a pensar, pero tampoco necesitábamos más porque aprovechábamos el tiempo al máximo.
¿Volverían alguna vez las visitas a ser presenciales? No lo habíamos hablado, pero por comentarios que dejábamos caer se notaba que los dos lo habíamos pensado alguna vez. Y es que además de gemir y suspirar, a veces hablábamos de lo que sentíamos, de cómo nos afectaba esta situación que nos había obligado a alejarnos físicamente los unos de los otros.
Por su trabajo, él estaba costumbrado a tratar con mucha gente y echaba de menos ese contacto. Todavía tenía visitas presenciales con unos pocos, pero los ánimos y la salud habían empeorado tanto que agradecía poder tratar con alguien durante sus horas de trabajo que no le hablara de dolores o enfermedades.
¿Estábamos bien así? Sí. ¿Teníamos otra opción? Puede. ¿Queríamos cambiar nuestra situación? No. ¿Disfrutábamos? Cada vez más.
Y es que, en estos tiempos en los que mantener las distancias te podía salvar la vida, nosotros nos sentíamos más cerca que nunca.
Mi Otra Yo
Hoy todo es a la distancia o virtual, quizas algun dia volvamos a la presencialidad pero en consultorios van a demorar un poco mas, pero por lo menos tenes atencion telefonica y por lo que veo muy personal, lo importante es que lo pasaban bien asi, como para que cambiarlo.
ResponderEliminarUn abrazo!!
«Adaptarse o morir», dicen. Pues en eso estamos, en adaptarnos a las distancias 😉
EliminarBesos.
Una historia excelente y sensual. Y muy original. Perfectamente integrada en este mundo nuevo en el vivimos desde el año pasado. Donde el amor y el sexo se abren paso incluso a través de las malas hierbas de las restricciones. Besos
ResponderEliminarEs como lo de «hecha la ley, hecha la trampa», siempre se encuentra la manera.
EliminarBesos.
Te felicito has recreado una escena sublime de cariño, complicidad y ese toque sensual que se denota a través de las últimas frases. Me encanto muy bueno. Gracias por compartirlo. Un beso y estoy de acuerdo a veces las distancias unen más que la propia presencia física.
ResponderEliminarMe alegro de que te gustara Campirela.
EliminarLas distancias a veces son necesarias, como en estos tiempos, pero la imaginación no las conoce 😉
Besos.
Restrinjamos
ResponderEliminarlos sueldos de
los zoquetes
mandamases,
veréis lo justo
que sería todo.
La solución parece lógica y justa, habrá que tenerla en cuenta Orlando.
EliminarBesos.
Ese médico trabaja en el sector privado. Los de la seguridad social no tienen esa entrega.
ResponderEliminarjajaja...
EliminarPues este es de la seguridad social, debe de ser la excepción que confirma la regla.
Besos.
me has hecho recordar el amor platónico que tuve con mi médica de cabecera. me hizo revisiones semanales durante varios meses, luego las visitas se hicieron más espaciadas porque no tenía problemas de salud, y luego vino el covid. después de casi año y medio la volví a ver este verano, y estaba como siempre.
ResponderEliminarpor mucho que digan que la relación entre médico y paciente es estrictamente profesional, a veces surgen sentimientos más o menos recíprocos. ;)
muy bonito relato. besos!!
Es que un médico puede llegar a ser algo así como un confesor. Y teniendo en cuenta las cosas que a veces hay que contarle veo casi normal cogerle cariño. O todo lo contrario también, que hay cada uno...
EliminarBesos.
Ja, ja, ja, esto sí que no me lo esperaba!! Espero que te encuentres mucho mejor de salud!!! ja, ja, ja. Muy bueno!
ResponderEliminarBesos
Creo que hace demasiado que no necesito ir al médico, igual me toca ir inventándome algo... 😅
EliminarBesos.
Pues podría ser un caso auténtico, nunca se sabe. La vida está llena de situaciones impensables.
ResponderEliminarBesos.
Muy bien contado, tanto que pareció real.
ResponderEliminarY es probable que haya sucedido más de una vez.
Besos por dos.
Puede ser, porque como dicen, «la realidad supera la ficción».
EliminarBesos.
Curiosamente, me ha recordado viejos tiempos. Qué maravilloso.
ResponderEliminarBesos.
Si los recuerdos han sido buenos, me alegro.
EliminarBesos.