jueves, 5 de abril de 2018

Madrugar como terapia

La terapia no es madrugar en sí, sino lo que hago cuando madrugo, antes de que se levante el resto, antes de tener que estar disponible para los demás.
Además, siempre se me ha dado mejor madrugar que trasnochar.
Tengo amigas las cuales su terapia es lo que hacen por la noche, cuando los niños están en la cama. 
Cada una tenemos que buscar lo que mejor nos venga, lo que más se adapte a cada una.

Siempre he necesitado mi tiempo y mi espacio, pero desde que tengo hijos además de necesitarlo ha llegado a ser necesario. Y el momento que mejor me viene, el que más me apetece y en el que más productiva soy, es el de a primera hora del día.
Antes me levantaba a las 6 de la mañana y hacía cosas en el ordenador, ejercicio en casa o me iba a andar. Desde hace año y medio voy a la piscina municipal, donde además de nadar también puedo hacer ejercicio en una sala de máquinas. Y me gusta.
Me gusta ver gente diferente a la de mi día a día. Personas con las que ya no coincido en ningún otro sitio. Personas que están en alguna otra actividad de mi rutina y a las que nunca había "visto". Me gusta el grupo de amigas que he hecho allí, y el grupo de Whatssap que tenían y en el que me preguntaron si quería estar. 
Pero sobre todo me gusta la sensación de cuidado y bienestar que me dedico a mí misma. A parte de lo beneficioso que sea el ejercicio físico, lo importante que es despejar la mente.
Noto la diferencia los días que voy a la piscina y los que no. Cuando voy llego a casa ya con las pilas puestas, levanto a los niños y todo es a ritmo ligero, con ganas y energía. Los días que no voy igual madrugo y hago mis cosas en casa, pero todo parece que va a un ritmo más lento. Que las cosas me cuestan un poquito más.


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