- No puedo dormir.
- ¿Quieres que me vaya a tu cama?
- Sí.
A veces mi hijo pequeño viene a mi habitación por la noche porque se ha despertado y ya no se puede dormir.
No supone ningún problema y la solución es fácil: me voy con él a su cama. Nos acurrucamos y nos dormimos juntos.
Sea por lo que sea por lo que se despierta, él está tranquilo porque sabe que la solución y el remedio lo tiene dos habitaciones más allá. Y me gusta que no conozca la sensación de miedo en medio de la noche, de resignación porque nadie acudirá si lo llamas. Me alivia saber que en cuanto abre los ojos por la noche y sabe que no va a poder conciliar el sueño lo único que tiene que hacer es venir a mi cama y despertarme, que sepa de antemano cual será mi respuesta.
No quiero que conozca la sensación de abandono y desamparo que provoca no poder acudir a quien se supone que está para protegerte.
Cuando me echo con él en su cama me deja un huequito pequeño porque lo que quiere es estar en contacto conmigo. Tampoco me puede dejar mucho más espacio porque la cama es pequeña, cosa que nos gusta porque así podemos estar más pegados todavía.
De todas formas, cada vez me llama menos en medio de la noche. Bien porque se hace mayor y se despierta menos, o porque ya le ocupo mucho espacio en su cama. De lo que no tengo duda es de que tiene la tranquilidad y seguridad de que si me necesita, iré.
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