Y llegó la próxima, y fue una mierda.
Justo una semana después, y por esas cosas que nunca pasan, pero el día que lo hacen quedan todas juntas para joderte el día, llegamos tarde. Ni tanatorio, ni misa, ni entierro: llegamos cuando estaban cerrando el cementerio, así que lo único que pudimos hacer fue dejarnos ver.
Y oye, si quieres ser bueno lo único que tienes que hacer es morirte. Y no digo que tú no lo hayas sido, ni mucho menos, pero la ocasión me ha recordado cómo hay quien se ha convertido en santo en cuanto se ha muerto, aunque en vida haya sido un hijo de puta.
Y como una cosa lleva a otra, al final la culpa es nuestra, de las mujeres. Porque si quieres insultar a alguien por lo malo que es, o por lo que hace, siempre recurrimos a llamar puta a su madre. ¿Y qué hay de malo en ser puta? Peor es ser asesino, ladrón, estafador, mala persona, violador... pero no, siempre puta, siempre mujer.
Me he ido del tema.
Todo pasa, la vida también.
Y yo que estaba tan preocupada por cómo iba a llevar los momentos de lágrimas y abrazos, los lamentos y lamentaciones, cómo iba a poder mostrar mis condolencias sin ser tan dramática como los demás... y no tuve oportunidad de encontrarme en la situación. ¿Para qué hacer planes entonces? ¿Para qué preocuparse por algo que no ha pasado, que no sabemos si pasará? Lo que tenga que ser, será.
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