En casa tenemos dos baños, y en cada uno de ellos están guardadas las toallas que les corresponde. Están ordenadas de forma que sea fácil, lógico e inevitable cogerlas de manera que hagan juego. O por lo menos eso creo yo.
Mis hijos y mi marido, ni por casualidad, ponen las del mismo conjunto, ni siquiera del mismo color. Es como si lo hicieran a propósito, como si el objetivo fuera poner dos toallas lo más diferentes posible entre sí.
Yo necesito poner las que hacen conjunto, no puedo evitarlo.
Bueno, necesitaba.
He tenido que hacer un ejercicio de contención y un duro entrenamiento mental para elegir, o mejor no elegir, las toallas que poner.
¿Y qué ha pasado?... ¡Pues nada!
¿Y de qué me ha servido el experimento? Pues de mucho. Y sobre todo para darme cuenta de lo poco importante que es que las toallas sean del mismo color.
Y quien habla de toallas habla de cosas más importantes, de como algo que para nosotros es necesario, para otros no. Que a veces hay que ceder un poco, ponerse en el lugar del otro, dejarse llevar, y permitir que cada uno haga las cosas a su manera.
Total, al final hay toallas limpias en el baño, que es lo que cuenta.
Yo necesito poner las que hacen conjunto, no puedo evitarlo.
Bueno, necesitaba.
He tenido que hacer un ejercicio de contención y un duro entrenamiento mental para elegir, o mejor no elegir, las toallas que poner.
¿Y qué ha pasado?... ¡Pues nada!
¿Y de qué me ha servido el experimento? Pues de mucho. Y sobre todo para darme cuenta de lo poco importante que es que las toallas sean del mismo color.
Y quien habla de toallas habla de cosas más importantes, de como algo que para nosotros es necesario, para otros no. Que a veces hay que ceder un poco, ponerse en el lugar del otro, dejarse llevar, y permitir que cada uno haga las cosas a su manera.
Total, al final hay toallas limpias en el baño, que es lo que cuenta.
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