Lo conozco a través de mi madre, que si no recuerdo mal lo conoció porque coincidían cuando paseaban a los perros. Y de eso ya hace muchos años.
Siempre me ha saludado, alegre y dicharachero, con la misma broma. Siempre iba a paso rápido o en bicicleta. Siempe he pensado en él como en un hombre mayor, pero sano y fuerte.
Ayer lo vi en el supermercado y no le saludé porque no lo reconocí. Al llegar a casa necesité que mi madre me confirmara que ese señor mayor, consumido y sin poder hablar era Pepe. Ese señor con el que crucé la mirada y en la que vi algo familiar pero no supe reconocer.
Y ahora que lo pienso, lo único que quedaba de él en aquel cuerpo menudo y encogido en la silla de ruedas era su mirada. Pero me impactó tanto que necesité demasiado tiempo para procesarlo y reconocerlo.
Es inevitable pensar que si nos tiene que pasar nos pasará. Habrá dado igual que nos hayamos cuidado, que llevemos una buena vida, que tengamos salud. Si nos tiene que pasar, nos pasará.
Me ha pasado con dos amigas de mi madre a las que les guardaba un cariño inmenso, que siempre quería hacerles una visita y llevarles unos bombones. Y siempre quería y siempre quería. Pero ellas no vivieron siempre. Se murieron sin bombones, y aunque los bombones fueran sólo una excusa, me duele no haberme podido despedir de ellas. He decidido que no me pasará y algún día visitaré a otra.
ResponderEliminarAlgún día...
Un beso.
Tuve la oportunidad de volverlo a ver; esta vez yo iba con mi madre y nos paramos a saludarlo.
EliminarAhora que vuelvo a leer esto me doy cuenta de que hace mucho que no me lo encuentro, tendré que preguntar a mi madre qué sabe de él.
Besos.