Después de unos meses en paro, mi marido volverá a trabajar.
Es la segunda vez que está en casa durante tanto tiempo, y aunque económicamente no es una situación agradable, he de decir que esta vez me ha venido muy bien.
Ha estado conmigo los últimos meses del embarazo de Gonzalo, ayudándome con Rodrigo. Y estará también los dos primeros meses de vida de Gonzalo, ayudándome con los niños y todo lo demás.
Quiero puntualizar que aunque para mí él siempre "podría hacer algo más", está siempre dispuesto a hacer lo que le pidas. Y no es lo mismo estar disponible porque tu tiempo te lo permite, que estar dispuesto a ayudar en lo que te pidan. Y él siempre ha estado ahí, tanto para limpiar, como cocinar, comprar, duchar a los niños, cambiar pañales, llevar al mayor al cole...
Y aunque es lo que tendría que ser, no siempre lo es, y lo sé por experiencia.
Así que tengo que reconocer que cuando me dió la noticia de que volvía a trabajar, además de alegrarme por lo que supone para la economía familiar, también me "molesté" un poco porque pensé "se me termina lo bueno", y me asusté porque pensé también "¿podré con todo?".
Lo de "molestarme" no es algo que me guste reconocer, pero lo sentí y quiero ser sincera.
Siempre me las he apañado yo sola, y no me gusta nada pedir ayuda, pero en cuestiones domésticas pienso que tenemos los mismos derechos y obligaciones, aunque normalmente siempre es la mujer la que carga con la mayoría de tareas. Así que estos meses que mi marido ha estado en casa he sido bastante sargento, y he querido que vea (y experimente en sus carnes) todo el trabajo que comporta llevar una casa, con niños incluídos.
¡¡Ojo!! Esto lo he hecho ahora que está parado; si él trabaja fuera y soy yo la que estoy en casa, el trabajo de casa es mi trabajo, y entonces lo que recibo de él si que es una ayuda, mientras que si ninguno de los dos trabajamos fuera el trabajo de casa se reparte a partes iguales.
Así que llevaba tanto tiempo compartiendo tareas que creo que me había vuelto algo vaga, jejeje.
Y lo de si podré con todo... No soy la primera, ni seré la última que se encuentre en esta situación, y tengo claro que me las arreglaré, de mejor o peor manera.
Cuando Rodrigo también me encontré ante la novedad de la situación, con la duda de si podría atenderlo todo, de cómo me desenvolvería... y aquí estoy, contenta con el resultado.
Además, tengo la suerte de tener a mis padres y mi hermano cerca, y a mis suegros dispuestos a ayudar cuando vienen a vernos.
Gracias a internet conozco a muchas mamás, madres y super madres que se las arreglan con tres niños, una casa, un blog... Leer sus vidas y sus historias me ayuda a reir unas veces y a consolarme otras.
Conozco sin conocer a mujeres estupendas, con vidas lejanas e interesantes con las que comparto una visión de la vida descubierta desde que soy madre. Con ellas puedo hablar sin miedo de mis miedos sobre la maternidad, los hijos, la educación... Ellas no juzgan, escuchan (o leen en este caso), acompañan y aconsejan sólo si tú lo pides.
En sus palabras escritas puedo leer que no soy la única que siente lo que yo siento; que es normal molestarse, asustarse, agobiarse en algunos momentos de esta vida que hemos elegido, pero que a veces nos ofrece resistencia.
Sólo decirte que mucho ánimo y un beso!!
ResponderEliminarMuchas gracias Sonia.
ResponderEliminarBesos.