Se acerca septiembre y parece que la pregunta obligada a los niños es "¿tienes ganas de que empiece el colegio?"
A mi chico mayor ya se lo han preguntado varias veces, sobre todo familiares a los que no ve muy a menudo y que deben de pensar que es la mejor pregunta para romper el hielo.
Hasta ayer no me había dado cuenta de lo que está calando esa pregunta en el niño, y cuánto le están haciendo pensar en el futuro. Por la noche, mientras se iban a la cama, le preguntó a su padre entre pucheros que si faltaba mucho para que empezara el cole, y al día siguiente a mí me dijo que prefería estar conmigo a estar en el colegio...
Creo que sus pensamientos y sentimientos respecto al tema son muy lógicos ¿quién no prefiere estar de vacaciones, no madrugar y tener todo el tiempo del mundo para jugar y no hacer nada que no te apetezca?
Pero que le entienda no quita que yo también empiece a sentir un poco de ansiedad al pensar en ese día que no tengo ningunas ganas de que llegue.
¡Y es que hace cuatro días estábamos impacientes porque empezaran las vacaciones y ya queda menos de un mes para empezar un nuevo curso!
Quiero hablar con él del tema. Que pueda explicarme qué es lo que no le gusta de volver al colegio, o qué es lo que prefiere de no estar en él. Quiero dejarle claro que lo entiendo, y que puede expresar lo que piensa y siente respecto al colegio.
Pero también quiero que empiece a aceptar (no me gusta demasiado la palabra) que durante nuestra vida haremos cosas que nos gustan mucho y otras que no nos gustan tanto, e incluso algunas que nos gustan poco, pero que tenemos que hacerlas.
De todas formas, conozco a más de uno, con unos cuantos años más que mi hijo, que daría lo que fuera para no ir a trabajar y quedarse en casa todo el día viendo la tele, jugando a la consola o sentado frente al ordenador. Así que parece que referente a las obligaciones no somos tan diferentes los adultos y los niños.
Se que me esperan días en los que me diga que no quiere ir al cole, que tiene sueño o que está enfermo. Y le veré entrar a clase, con un par de lágrimas resbalándole por las mejillas, y preguntándome si vale la pena, sino sería mejor tenerlo para siempre en casa conmigo.
Y también habrán días en los que vaya saltando de alegría porque tiene gimnasia, porque llueve y puede meterse en los charcos con las botas de agua, o porque celebran el cumpleaños de algún compañero.
Estos dos años, al final de curso la profesora del niño nos ha dado un dvd con fotos de todas las actividades que hacen, y ahí puedo ver a mi chico tal y como es. En algunas fotos está de morros, no conforme con algo, pero en la mayoría está sonriente, haciendo alguna mueca y mostrando cara de niño feliz que disfruta con lo que están haciendo.
Tengo un recuerdo. Soy jovencita y es domingo por la noche, en el cine, y de pronto me asalta la angustia de que cuando acabe la película me voy para casa, a cenar, dormir... y al día siguiente es lunes y hay que volver al colegio.
Mis recuerdos del colegio no son ni buenos ni malos y mi época de estudiante la recuerdo sin pena ni gloria. Pero es cierto que aunque me arrepiento de haber dejado de estudiar, no quisiera volver a aquellos años. Y es que aunque en el colegio no estuviera mal, siempre estaba en casa mejor, con mi madre, o en la calle jugando, con mis amigos.
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