Los hijos crecen, poco a poco maduran y están más preparados para separarse de nosotras pero... ¿que pasa con las madres?
Estos días me estoy dando cuenta de que los necesito incluso más de lo que creía. De que estoy tan acostumbrada a ellos, a hacer lo que puedo con el tiempo y el espacio que me dejan, que estas mañanas en las que llego a estar hasta más de cinco horas yo sola, no sé que hacer ni cómo aprovechar el tiempo.
Esta semana en la que ya he perdido la cuenta (y la noción del tiempo) de los días que Rodrigo duerme en casa de los yayos, mi suegra a venido por la mañana a llevarse también a Gonzalo a la playa. Se lo lleva antes de las doce y no lo veo hasta las cinco o las seis.
Es la primera vez que estamos tanto tiempo separados, que no está conmigo a la hora de comer.
Gonzalo ya tiene año y medio, y aunque sigue tomando mucha teta, come de todo sin problemas, pero hasta ahora nunca habíamos estado separados a la hora de la comida porque no había hecho falta. Y no es que estos días haya hecho falta, pero se ha presentado la ocasión y no ha habido ningún problema.
Ha tomado teta antes de irse, ha estado estupendamente en la playa, al medio día ha comido de lo que le han dado, ha dormido la siesta cómo y cuando ha querido, y no ha preguntado por mamá ni por la teta ni un momento.
Por lo menos, cuando me ve llegar, corre hacia mí y me dice "tetaaaaaa".
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