Me resisto a dejarme llevar por mi tendencia al pesimismo.
Estos días estoy en plena lucha con ella. Yo le echo la culpa a la Navidad, que no me gusta demasiado, pero quizás simplemente sea que ésta sea la época del bajón, sin más.
Llevo viendo durante toda mi vida los estragos que hace el pesimismo y no quiero repetirlo, así que me esfuerzo mucho por conseguir lo contrario. Y eso no quiere decir que yo sea la alegría de la huerta, ni mucho menos. De hecho soy seria (y estoy orgullosa de ello, aunque a veces me gustaría serlo menos), pero una cosa no quita la otra.
Intento tomarme las cosas de otra manera, ver la parte buena, que siempre la hay, por muy pequeña que sea. Y si alguna vez aparece el desánimo, le dejo estar en su justa medida, que todo es necesario, pero no me recreo en él, ni me dejo arrastrar hasta el fondo.
Sé que todos los estados son necesarios, que no es bueno estar siempre triste y que no se puede estar siempre feliz.
Mi cara muchas veces no refleja cómo me siento, o no lo entienden así los demás. La mayoría de los días estoy bien, y me siento plena y feliz por lo que tengo, aunque no haya una sonrisa permanente pintada en mi cara.
Es cómo nos sentimos por dentro, no cómo nos vean los demás.
Estos días estoy en plena lucha con ella. Yo le echo la culpa a la Navidad, que no me gusta demasiado, pero quizás simplemente sea que ésta sea la época del bajón, sin más.
Llevo viendo durante toda mi vida los estragos que hace el pesimismo y no quiero repetirlo, así que me esfuerzo mucho por conseguir lo contrario. Y eso no quiere decir que yo sea la alegría de la huerta, ni mucho menos. De hecho soy seria (y estoy orgullosa de ello, aunque a veces me gustaría serlo menos), pero una cosa no quita la otra.
Intento tomarme las cosas de otra manera, ver la parte buena, que siempre la hay, por muy pequeña que sea. Y si alguna vez aparece el desánimo, le dejo estar en su justa medida, que todo es necesario, pero no me recreo en él, ni me dejo arrastrar hasta el fondo.
Sé que todos los estados son necesarios, que no es bueno estar siempre triste y que no se puede estar siempre feliz.
Mi cara muchas veces no refleja cómo me siento, o no lo entienden así los demás. La mayoría de los días estoy bien, y me siento plena y feliz por lo que tengo, aunque no haya una sonrisa permanente pintada en mi cara.
Es cómo nos sentimos por dentro, no cómo nos vean los demás.
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