Recuerdo vagamente el sueño de esta noche:
estaba en una librería grande y agradable, con muchas ventanas. También había mucho material de papelería y me sentía muy a gusto, como me siento siempre en sitios así.
La persona encargada era un hombre al que sé que conozco y con el que tengo confianza, pero no consigo recordar quien era. Me explicaba el funcionamiento de una especie de copiadora, para cuando necesitara utilizarla.
La interpretación del momento era que me estaba sugiriendo la posibilidad de ofrecerme trabajar ahí, aunque yo no lo sabía interpretar en el momento. Es más tarde, hablando con mi marido, cuando entiendo que me están ofreciendo trabajar en un sitio que me encanta. Y siento que la espera ha valido la pena, que tengo mi recompensa.
No creo en los sueños premonitorios, pero sí en que nuestra cabeza sigue pensando mientras dormimos, y que nuestros pensamientos se transforman en sueños.
Y no sé si la espera habrá valido la pena en mi caso, pero es cierto que hace tiempo que le doy vueltas al tema del trabajo. Y me asusta. No me asusta trabajar, sino cambiar mi mundo, mi espacio, tener que relacionarme con más gente, y me preocupa, mucho, en cómo afectará a mi casa, a mis hijos.
No creo en los sueños premonitorios, pero sí en que nuestra cabeza sigue pensando mientras dormimos, y que nuestros pensamientos se transforman en sueños.
Y no sé si la espera habrá valido la pena en mi caso, pero es cierto que hace tiempo que le doy vueltas al tema del trabajo. Y me asusta. No me asusta trabajar, sino cambiar mi mundo, mi espacio, tener que relacionarme con más gente, y me preocupa, mucho, en cómo afectará a mi casa, a mis hijos.
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