lunes, 18 de marzo de 2019

El tiempo dirá si alguna vez dejo de recordar estos nombres

Rafa, Elisabet, Rosana, Andrea, Nicole, Hassna, Leila, Jose, Jorge y Jose Enrique.
Son los nombres de las personas con las que compartí cuatro mañanas de mi vida durante un curso de inteligencia emocional.
Hay cursos y experiencias que te hacen creer cosas que no son, que te hacen sentir que lo que estás viviendo en esos momentos va a ser para siempre, y que la gente que los está compartiendo contigo lo siente igual, y que una vez han entrado, nunca saldrán de tu vida.
Es como un espejismo visual y sensorial que te hace creer que a partir de entonces tu vida va a cambiar y todo va a ser como lo que estás viviendo con esos desconocidos que no habías visto nunca en tu vida y que, probablemente, nunca volverás a ver. 
Pero por muchos cursos que hagas, por muchos libros que leas y muchas charlas que escuches, no van a servir de nada si TÚ no haces nada. 
No es suficiente ese clic que sientes, esa iluminación momentánea en la que piensas "está todo claro, así quiero que sea mi vida". No. Si todo fuera tan fácil nos pasaríamos el día cambiando de vida siguiendo esas sensaciones, esos estallidos de emociones que nos ciegan por un instante haciéndonos sentir que hemos descubierto el secreto de nuestra felicidad. 

Me sigue sorprendiendo cómo, a veces, nos es más fácil abrirnos ante extraños, en un ambiente ajeno a nuestro día a día, ¿será porque realmente no nos conocen?, ¿porque en esas situaciones queremos dar lo mejor de nosotros mismos?, ¿por qué con alguien a quien no conocemos, y no con quien nos sufre cada día?

Me gustó el curso. Fue uno más de los que voy acumulando, otro clic que, no sé por qué, no es el que me acaba de impulsar a cambiar... No. tengo que cambiar esta forma de pensar, no puede ser un curso, ni ninguna formación la que haga el trabajo por mí. Tengo que ser yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa lo que piensas.