martes, 12 de marzo de 2019

Silencios de biblioteca




Me gustan los silencios de biblioteca.
Silencios llenos de sonidos, murmullos, susurros y rumores que solo se pueden apreciar y disfrutar entre esas paredes forradas de estanterías repletas de libros.
Hay sonidos de todos los días, como el arrastrar una silla, la cremallera de la mochila y el rebuscar dentro, como con el estuche, el clic de un bolígrafo, o algún carraspeo para aclarar la garganta. ¿Y el sonido que produce el pasar de las páginas? Ese va y ven que te mece, que marca un ritmo que sirve para hipnotizarte, pero también para tenerte atento.
Estos sonidos son los de por las mañanas, cuando los usuarios van de verdad a aprovechar el tiempo y disfrutar del silencio.
Fuera del horario escolar ya no son sonidos, son ruidos, más alegres pero también más molestos, y sube el nivel del ruido en proporción a lo que baja el nivel de edad. 
Grititos, algún golpe seguido de un lloro o una riña por parte de un adulto, también risas, charla y desafío adolescente. Este alboroto hace que pase desapercibido el teclear en el ordenador de la bibliotecaria y de los que llevan sus portátiles. Los sonidos que pueden llegar a ser molestos cuando hay silencio dejan de oírse, han sido absorbidos por la clientela de tarde de la biblioteca y sus costumbres.
Hay otros propios de la época del año, como el sonarse la nariz, los estornudos o esa tos que hace que los demás te miren preguntándote que por qué no te has quedado en casa, que haces demasiado ruido.
Da igual de mañana o de tarde, con más o menos ruido, yo siempre prefiero estar en una biblioteca, y disfrutar de sus silencios.

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