Lo que el brillo esconde

 

Ilustración de @hessah._.art. Instagram

 

Hace un par de semanas salimos a cenar con unos amigos.

Son de esas amistades que aunque ya no pertenezcan a nuestro círculo más cercano siempre es una alegría volver a ver y cada vez que nos juntamos es como si el tiempo no hubiera pasado.

Ella es muy de publicar en las redes sociales, por eso sé de sus idas y venidas, de sus quedadas con amigas, de sus fines de semana, de su deporte, de su vida... O de lo que muestra de ella.

La conozco lo suficiente como para saber que ha vivido momentos muy duros y aun así cuando veo esas fotos lo primero que me pasa por la cabeza es un «mira la jodía qué bien vive», pero más en plan «ya quisiera yo también», que en plan «más le valdría quedarse en su casa». ¿Me entendéis?

Pues eso,  que cuando salimos a cenar y nos fuimos poniendo al día me contó que está pasando por momentos difíciles y que por unos problemas de salud a los que todavía no le han encontrado solución vive con dolor constante y la incertidumbre de no saber qué le pasa.

Era difícil creer que la persona que tenía en esos momentos frente a mí era la misma de la sonrisa enterna en las fotos y las frases motivadoras.

Si yo que la conozco olvido lo que realmente es su vida cuando veo los instantes que comparte por redes, quien no la conozca puede pensar que sus días son una sucesión de salidas, fiestas y momentos felices.

Quizás la explicación a tanta exposición es que cuanto más rota está por dentro más fuerte intenta mostrarse por fuera. O lo único que hace es disfrutar de la vida y compartirlo. No compartirlo, simplemente vivirlo de la forma que le apetece en estos momentos y es mostrarlo a los demás.