lunes, 2 de septiembre de 2013

Con los deberes sin hacer

Tres veranos he estado indecisa, y tres veranos he hecho lo mismo: nada.
En estos tres años, cada vez que mi chico el mayor ha terminado el colegio, he tenido el mismo dilema: ¿hacemos deberes en verano? Y quien dice deberes dice tareas, actividades, manualidades, ejercicios, repaso... cualquier cosa cuyo objetivo sea no olvidar lo que ha aprendido durante el curso.
Y cada año me surgen las mismas preguntas: ¿lo aprendido se olvida? ¿tan pequeño le hace falta repasar?, si no disfruta ahora del verano y de lo que esto significa ¿cuándo lo hará?, si no hace deberes ¿irá más retrasado el próximo curso?, ¿no se supone que están aprendiendo constantemente, incluso mientras juegan, que son como esponjas que todo lo absorben?, ¿le estoy haciendo más mal que bien?
Y claro, siempre (o casi siempre) que se toma una decisión te queda la duda de si será la adecuada, de qué hubiera pasado si hubiéramos ido por el otro camino, de si al final me arrepentiré... sí, soy una indecisa., y lo único que puedo hacer es reconocerlo.
El caso es que estos años no hemos hecho deberes en verano y ha terminado los cursos dentro de la media, teniendo en cuenta que con 3, 4 y 5 años no tendría que haber media. Cada año ha ido adquiriendo conocimientos, avanzando, aprendiendo cosas, y entonces pienso que falta no le ha hecho, que por lo menos el niño ha disfrutado del verano, y yo del niño.
También pienso que ya llegará cuando tenga deberes y no haya más remedio que hacerlos, que dedicarle tiempo a los estudios. Y para no variar, ya me anticipo a los acontecimientos y me preocupo por el tema. Todavía no hemos empezado el nuevo curso y ya estoy pensando en cómo podré ayudarle con los deberes, cómo llevará él empezar primaria, cambiar de maestra, hacerse mayor... y pensando, pensando, y siendo sincera conmigo misma, la pregunta es ¿cómo lo voy a llevar yo? Pues quiero pensar que no demasiado mal pero  sobre todo lo que no quiero es pasarle a él mis miedos y dudas en este tema.


viernes, 9 de agosto de 2013

15 años

Hace 15 años, la frase de mi marido para pedirme salir fue "quiero que seas la madre de mis hijos". No iba nada desencaminado...

Ayer fue nuestro aniversario y casi se me olvida.
Entre que me levanta el pequeño y vamos por la casa intentando no hacer mucho ruido hasta que se levanta el mayor, hasta que se levanta el mayor y el pequeño te pregunta "¿ya puedo hacer ruido?. Desayunar, jugar, ver la tele, hacer algo de provecho, preparar la comida, comer, aprovechar que mi marido viene a comer para ir a comprar mientras se queda con los niños, quedarme sola con ellos otra vez mientras él se va a trabajar... y entonces mirar la agenda para algo que ahora mismo no recuerdo y descubrir que era 8 de agosto...
15 años. Ahora mismo firmo por otros 15, con todo lo bueno y lo malo que hemos tenido. Aumentando la familia si fuera posible.

Hace 5 años, un 8 de agosto también, se destetó Rodrigo.

miércoles, 31 de julio de 2013

Otro más





Estaba a la espera de ser leído, como otros tantos, pero no encontraba el momento de darle el privilegio de salir del rincón de los "libros pendientes". He tardado siete meses en fijarme en él, y sólo diez páginas en decidir que la espera había valido la pena. Así que puedo decir que Las horas distantes, de Kate Morton, ha pasado a ser otro de los libros en mi lista de favoritos, otro título a recomendar.

Aparecen muchas cosas en este libro, y todas me han gustado: los paisajes, el castillo, la familia, el ambiente de libros y letras...
Me han gustado, y me han hecho pensar, las relaciones familiares que describe la historia. Por un lado la relación de la protagonista con su familia: el descubrimiento de que sus padres son personas además de sus padres. Un hombre y una mujer con una historia, con un pasado y unas acciones que les llevaron a estar donde están y a ser como son. Que tuvieron pasiones y esperanzas, y que vivieron tristezas y desengaños.
La otra relación familiar descrita es la de la familia que vive en el castillo. Una relación de lealtad infinita, de dedicación a los demás pasando por encima de las necesidades de uno mismo.
Me ha gustado todo, incluido el final, que iba cambiando a la vez que me acercaba a él  y no he sabido adivinar en ningún momento: no me ha decepcionado. Normalmente cuando termino un libro que me está gustando mucho me queda un sabor amargo por haberlo terminado, me queda un punto de tristeza al acabarse algo con lo que disfrutaba... no ha sido así en este caso.

martes, 30 de julio de 2013

Cuerpo de madre

Me miro en el espejo y veo mi cuerpo; un cuerpo de madre.
Una madre como tantas, pero única al fin y al cabo.
No es el cuerpo con el que había "soñado" (aunque tener un buen cuerpo nunca me ha quitado el sueño): es infinitamente mejor.
Es ancho, para poder cobijar a mis dos hijos a la vez.
Es cálido, para poder darles calor en invierno, y en verano, que el calor de madre se agradece en cualquier estación.
Es tierno, blandito y mullido para lo que quieran y necesiten en cada momento.
También es duro y fuerte, bien para jugar a cosas de chicos o para protegerles de cualquier cosa que les pueda dañar.
Es valiente, y siempre va por delante inspeccionando el terreno para anticiparse a posibles peligros.
Es sanador, y cuando se hacen daño o necesitan consuelo saben que siempre pueden contar con él. Muchas veces, precisamente porque saben que siempre pueden contar con él, no lo necesitan, aunque yo siempre se los ofrezco.
Es juguetón, y cada vez que juego con ellos, gana vida.
Es milagroso, porque crea vida.
Tiene mariposas que se reúnen en mi estómago para jugar cada vez que alguno de mis chicos se abraza a mí rodeándome el cuello con sus brazos y la cintura con sus piernas.
Es libre, porque ellos lo son. Corre, juega, ríe y es feliz cuando lo son ellos. Con ellos.

miércoles, 3 de julio de 2013

Muchas cosas... demasiadas quizás

Son muchas cosas, todas pequeñas quiero pensar, pero no por su tamaño insignificantes, al contrario... Porque quizás si fueran más grandes intentaría solucionarlas antes, no dejaría que se acumularan hasta este punto.  
Estoy en un punto en el que no puedo hablar las cosas, solo echarlas en cara, no puedo pedir ayuda, sólo enfadarme porque no saben interpretar mis señales de socorro.
¿De quién es la culpa? ¿Alguien la tiene?
Nadie me ha dicho que no tenga que pedir ayuda, pero nadie me ha enseñado a pedirla...
Estos días estoy aprendiendo de mi hijo mayor mucho más de lo que yo le he enseñado.
Estos días mi hijo pequeño está llevando mi paciencia hasta límites insospechados, de hecho, creo que ya no me queda ni una pizca, y que todo lo que creí haber aprendido con el primero no me está sirviendo de nada con el segundo.
Todo lo que me pasa por la cabeza son incoherencias y contradicciones.
La razón más poderosa por la que no quiero hablar: se que todo pasará, que esto es un momento puntual en el que han coincidido muchas cosas, y que no me ha cogido en mi mejor momento.
¿Y cómo en momentos como este de agobio, agotamiento y fastidio sigo con la estúpida esperanza de tener alguna vez otro hijo...? 

martes, 26 de marzo de 2013

Mucho nivel

No recuerdo cuándo ni cómo descubrí los blogs. Los blogs de madres, más concretamente; y los de padres, de maternidad, de crianza, de educación, de juegos para niños, de manualidades,... y de todo lo que he ido encontrando y que pasan de gustarme a encantarme, sin término medio.
El caso es que aunque me costó, me decidí a escribir también mi propio blog. Incluso, ingenua de mí, creí que podría hacer algo mínimamente comparable a algunos de los blogs que más me gustan... ¡que ilusa!
He desistido de intentarlo. Hay mucho nivel: madres periodistas, madres no periodistas que escriben estupendamente bien, con diferentes estilos, todos personales... Hay blogs muy elaborados, otros muy sencillos, gente que escribe entradas muy largas, otras muy cortas, divertidas, serias, interesantes, con un punto de humor negro...
Y sigo encontrando blogs de madres que encuentran las palabras que yo no tengo para contar lo que siento.
De momento me conformo con escribir, con encontrar tiempo para ello, con hacerlo bien (en mi opinión). Tengo claro, y ya me lo he demostrado, que es cuestión de práctica, que cuanto más tardo en escribir más me cuesta la próxima vez. Que, como todo, es cuestión de ponerse y de organizarse. De proponérselo y tenerlo en la lista de prioridades.
Anotación: empezar una lista de prioridades, de mis prioridades.

Y es que el mundo de internet es infinito. No hay día que no descubra algo nuevo: un blog, una página, un foro... hay veces en las que me pierdo, que he pasado de enlace a enlace y ya no recuerdo dónde empecé. 
Hay veces que no leo, sólo contemplo, porque hay cosas, imágenes preciosas.
Internet puede ser muy malo, pero también muy bueno, o simplemente eso, internet. Todo depende del uso que se haga de él.

domingo, 24 de marzo de 2013

Son mejores

Aunque ahora no puedo leerla tan a menudo como quisiera, estos días he leído un post de Ileana Medina que me ha encantado: Los bebés no son como nos lo contaron.

Realmente a mí no me contaron que los bebés fueran de otra forma, en este aspecto yo más que mal informada llegué poco informada. Y no es que esperara otra cosa, simplemente no sabía lo que me esperaba. Así que desde que fui madre por primera vez hace más de cinco años, no hay día en el que no me sorprenda del rumbo que ha tomado mi vida y que ni en mis más irreales fantasías me podía imaginar.
Creí que había leído mucho, y que había leído lo adecuado, pero me equivoqué... Creía que llegaba preparada, y llegaba sin saber nada.

Volviendo a Ileana, me quedo con unas palabras muy concretas de su post: "No. Los bebés no son alto-demandantes. Somos nosotros los bajo-tolerantes, los bajo-pacientes, los bajo-disponibles, los bajo-respondedores. No. Los bebés no quieren que los dejes. Quieren ir contigo a todas partes, eres su ejemplo, su seguridad, su referente, su único universo.
Te guste o no te guste, así son los bebés humanos, primates, mamíferos. Si quieres comprobarlo, tan solo ten uno. Ninguna otra especie desconoce y putea tanto a sus propias crías. Si queremos un mundo un poquito más humano, bien haríamos en comprenderlo.
No son como nos lo contaron. Son infinitamente mejores y más inteligentes. Cualquiera que ve a estas crías diría: ¡qué especie tan avanzada! ¿Y cómo se convirtieron en lo que hay?"

Y es que si te paras a pensar, da miedo ser el ejemplo de alguien. Descubrir cómo eres cuando te miras en el espejo en el que se han convertido tus hijos, ver cosas que hacen, que no te gustan, y que no son más que reflejo de lo que ven. Ahí no puedes culpar a nadie, no les puedes culpar a ellos de no copiar sólo lo bueno (lo que a nosotros nos parece bueno, por supuesto).
Ellos, afortunadamente, están preparados para sobrevivir con gente tan poco preparada como nosotros. Y claro que son mejores y más inteligentes, sino, no se entiende que crezcan, maduren, y sepan andar por los caminos que les llevarán a ser mejores personas de lo que fuimos nosotros, de lo que les enseñamos nosotros.
En algún momento, en el camino, perdimos el instinto, el sexto sentido, lo que sea que hace falta para confiar en uno mismo y no dejarse llevar por la corriente, por la mayoría.
Nos defendemos del amor, de las caricias y del apego como si fueran algo malo, como si la compañía y la comprensión nos hicieran más débiles. Y sin embargo los (nos) entrenamos como si en cualquier momento tuviéramos que entrar en guerra, sufrir y desconfiar de todos nuestros semejantes.
Y aunque así fuera, aunque lo que nos espera sea la soledad, el sufrimiento y la incomprensión, ¿no es mejor enfrentarse a ello después de haber sido querido, nutrido, aceptado y comprendido?